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La Camaleona

La Camaleona A Jesusa Rodríguez le dicen camaleón, refiriéndose a cómo se mueve con increíble rigor, flexibilidad y, aparentemente, sin esfuerzo, por un amplio repertorio de formas culturales. En la mayoría de sus obras, se encuentran humor, parodia y una crítica audaz y mordaz, con un constante énfasis en la sexualidad, la censura y la corrupción en todas sus formas. por Roselyn CostantinoPennsylvania State University Altoona Jesusa Rodríguez:“Cuando era niña, me dijeron autista. Yo entendí artista, y por eso hago lo que hago.”Jesusa Rodríguez (1955, Ciudad de México), una de los más conocidos artistas y activistas en México contemporáneo, prefiere existir en los márgenes de la producción cultural oficial. Directora, actriz, dramaturga, escenógrafa, empresaria y activista feminista, Rodríguez nació en la ciudad de México de antepasados indígenas y europeos. Aunque forma parte de un número creciente de mujeres visibles sobre el escenario artístico y literario de México, es una de las primeras y pocas mujeres que, desde los ochenta, han podido trabajar como artistas independiente de las instituciones culturales—nada fácil para una mujer en México, un país que admite y hasta celebra su machismo. Jesusa Rodríguez empezó su entrenamiento dentro del teatro tradicional, en la UNAM, donde uno de los más conocidos directores y maestros de teatro de México llegó a decirle que era demasiado fea para estar en el escenario. Después, trabajo con el director Julio Castillo con quien desarrolló su modo de trabajar colectivo, una práctica en que todos los involucrados en el proceso colaboran: dramaturgo, director, diseñadores, técnicos y actores. En 1980 en El Cuervo y después en 1990 en El Hábito/La Capilla (ambos en la ciudad de México), Rodríguez con su socia colaboradora, compositora Liliana Felipe, estableció su propio foro para crear y experimentar con lenguajes alternativos que satisfagan tanto sus necesidades intelectuales y estéticas como las materiales, es decir, la viabilidad económica. Las estrategias sociales de control a la mujer, irónicamente, produjeron estrategias creativas de resistencia y supervivencia. Estas artistas se dedican a provocar e interrumpir sistemas sociales y motivar a los espectadores hacia la participación cívica, dos acciones proporcionadas por la naturaleza simultánea íntima y pública del performance. Rodríguez y Felipe recuerdan a sus clientes: “somos cabronas pero somos las patronas”. En el año 2001, con un guiño, Tim Weiner del New York Times nombró a Jesusa Rodríguez la mujer más influyente de México. Pero no siempre fue así. Por muchos años Jesusa no aparecía en las historias o crítica de la producción cultural, teatral, o artística de México (o se encontraba en notas a pie de página); sin embargo, siempre ha sido obvio que los mismos críticos que escribían esas historias asistían al Hábito. Algo les atraía aunque, por la complicada política cultural, no lo podrían admitir. A Jesusa Rodríguez le dicen camaleón, refiriéndose a cómo se mueve con increíble rigor, flexibilidad y, aparentemente, sin esfuerzo, por un amplio repertorio de formas culturales. En los cientos de producciones que ella ha escrito, producido, dirigido y actuado se encuentran adaptaciones de Shakespeare (Macbeth, Rey Lear), opera (Don Giovanna, Cosí fan tutti), tragedia griega, cabaret, revista y sketch, melodrama y teatro convencional y hasta un cabaret precolombino, El cielo de abajo, que se basa en los mitos nahuas del inframundo. En la mayoría de sus obras, se encuentran humor, parodia y una crítica audaz y mordaz, con un constante énfasis en la sexualidad, la censura y la corrupción en todas sus formas. El eje de su escenario o, mejor dicho, su mismo escenario es el cuerpo humano: casi siempre de mujer, frecuentemente desnudo. En el escenario Jesusa representa a la mujer que literalmente sostiene las estructuras sociales, el cuerpo femenino encarnando/incorporando esos discursos cuyas raíces se encuentran en el liberalismo económico apoyado por el Positivismo: Progreso y Orden, una ideología esculpida para justificar el capitalismo y esconder el vacío moral y ético inherente en él. Jesusa sitúa las mujeres protagonistas, no todas "buenas", como objetos, escenografía, y utilería; son monumentos, edificios, plantas, animales y estatuas aztecas o mayas o nacionales. Revive mujeres míticas, hechas mitos, famosas y anónimas. Las mujeres aquí funcionan simultáneamente como el vehículo de la comunicación y su mensaje. Así, funcionan para desenmascarar esta función de la Mujer al servicio de forjar la nación. Sin embargo, más allá de un conocimiento de mujer como la base arquitectónica de todas las estructuras sociales patriarcales desde la familia hasta la nación, Jesusa Rodríguez ofrece a sus espectadores a una salida de esa posición. Ella elucida las consecuencias reales de los mecanismos institucionales diseñados para invadir, penetrar, y violar al cuerpo individual y colectivo. Jesusa es una mujer sin miedo y con convicciones y compromisos muy profundos que práctica artística y políticamente el levantar la voz, intervenir y participar plenamente en la creación de nuevos modos de coexistir. Su método de trabajo es colaborativo; comparte el acto creativo con su colectivo, Las Divas y, entonces, con nuevas generaciones de artistas. El Hábito es un espacio abierto a muchas voces nuevas y de eternas voces de resistencia, por ejemplo, de los Zapatistas de Chiapas, organizaciones feministas y colectivos populares de mujeres urbanas y rurales. Jesusa y unas colaboradoras han trabajado con niños de la calle. Recientemente, empezaron a circular por el país enseñando los lenguajes y formas del cabaret a las líderes indígenas para que regresen a sus comunidades a enseñarles a las mujeres allí a representar su realidad que incluye la represión económica y el abuso doméstico. Cada año, Rodríguez participa en el Desfile de Orgullo Gay, hace dos años vestida de Sor Juana Inés de la Cruz. Usa su página web como un arma de activismo. Publica sus textos en la revista importante, debate feminista. En México, desde las civilizaciones precoloniales, el espectáculo ha jugado un rol activo, aunque contradictorio, en los procesos políticos y espirituales de auto-afirmación y a la vez en la respuesta contestataria a la dominación que caracteriza de ellos. Esta posibilidad contestataria sigue siendo muy importante hoy día en México. Esta visibilidad, dentro de una historia de invisibilidad real e imaginaria de grandes sectores de la sociedad mexicana, es, según muchos, una estrategia importante en el programa de democratización y corrección (o eliminación) del sistema económico guiado por el neoliberalismo y neoconservadurismo. Para Jesusa Rodríguez, hacer visible, dar cuerpo a los sistemas y discursos oficiales que caen sobre cuerpos reales y que generan violencia real constituyen motivos que guían tanto su vida artística como la personal. En varias ocasiones ha sido víctima de la censura, a veces violenta, pero ha sobrevivido con tácticas igualmente audaces, un proyecto feminista que ella lamaría “Corruptus Interruptus”. Jesusa Rodríguez reprueba acoso a CubaFuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=1935

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