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Eva Luna
Por Isabel Allende,
Resumen: Escrita a la manera de una novela picaresca, la vida de la niña Eva Luna, a veces trágica, a veces cómica, es una historia preñada de otras historias encarnadas en una sucesión de personajes tiernos (un embalsamador de cadáveres), inquietantes (una mujer que sobrevive a su propia decapitación) o grotescos (una mujer con cuerpo de hombre). Pero sobre todo es un apasionante despliegue de imaginación y capacidad narrativa.
LITERATURA FEMEMINA
Mercedes Arriaga Flores
Una de las cuestiones recurrentes en los últimos debates culturales es si existe una “literatura femenina” diferente de la masculina, interrogante al que se une otro doblemente inevitable que se pregunta si existe en la literatura una tradición de escritura femenina, y en el caso que exista, por qué no se refleja en los manuales de literatura.
Mercedes Arriaga Flórez, de la Universidad de Sevilla, reflexiona sobre estas importantes cuestiones, que dividen en muchos casos a las personas que investigan en este hecho literario:
Para empezar por la primera cuestión a la que pocos críticos y críticas desean responder de forma clara, porque tanto una negativa como su contrario son igualmente comprometedoras, hay que decir que algunos parten de la afirmación de que no existe literatura de hombres o de mujeres, sino sólo buena o mala literatura, aunque se detienen ahí sin entrar en la cuestión de quién, con qué criterios, o en qué circunstancias históricas o políticas, se decide lo que es “bueno” o “malo” en literatura.
Si se hicieran estas preguntas, con la respuesta se podría explicar la hegemonía de algunos autores con respecto a otros en algunos periodos históricos, el predominio internacional de una literatura sobre otra, y el olvido por parte del público de autores que en una coyuntura político-social determinada fueron aclamados. La canonización en literatura es un procedimiento sumario y selectivo que responde a criterios culturales y posiciones ideológicas, (por no hablar de los intereses), de los canonizadores, que logran tramandar “su” concepción de la literatura. Por desgracia, como se sabe, nuestro mundo moderno y democrático no ha podido acabar con este control, que si en tiempos pasados se hacía con criterios estéticos, políticos, religiosos, etc., ahora responde casi exclusivamente a exigencias del mercado editorial, y a niveles de audiencia.
Hay una cuestión terminológica, y es que con la etiqueta “escritura femenina” se designa tanto la literatura escrita por mujeres como la literatura de contenido “femenino”, es decir, que se centra en la experiencia de ser mujer en el mundo con todos sus matices biológicos y contextos situacionales, pero con la salvedad de circunscribir el “mundo femenino” casi exclusivamente a su acepción más tradicional, con lo cual, muchas escritoras que proponen modelos y espacios femeninos nuevos, tampoco se identifican con esta denominación.
Existe una “literatura femenina” y una “literatura masculina” por lo que se refiere, no a los autores/as que la practican, sino a sus contenidos. Si partimos de lo femenino y lo masculino en términos de construcción social, tendremos que reconocer en la literatura uno de los espacios donde estas construcciones y sus estereotipos se forjan y se reproducen (también se subvierten, afortunadamente), junto con modelos de comportamiento y esquemas ideológicos que los refuerzan.
Nadie ignora que ha existido desde siempre, también una literatura escrita “para” mujeres, que en principio revestía carácter preceptivo (libros de comportamiento, tratados morales, etc.), y que con el paso de los siglos se convirtió en novela rosa, folletines y otras obras, donde lo femenino (también lo masculino, pero los hombres leen mucho menos este tipo de textos) sigue encorsetado en esquemas tradicionales. Esta literatura escrita para mujeres no siempre tiene una autora detrás, muchos autores, que cuentan con un numeroso público femenino que los sigue y compran sus libros, la practican.
La literatura “femenina” no es exclusiva de las escritoras, del mismo modo que la literatura “masculina” ha sido, y es, practicada por muchas autoras. Ahora bien que la literatura de contenido femenino no goza del mismo prestigio que su antagonista, es algo evidente, consecuencia de una tradición social, política, religiosa y cultural que sobrevalora lo masculino e infravalora lo femenino.
Benedetto Croce decía con admiración de María Giuseppina Guacci, escritora italiana del siglo XIX, que “en ella no percibís la mujer” (Morandini, 1997,). Para no encontrarse con la desaprobación de la crítica y con el desprecio social, muchas autoras escriben deliberadamente “como si no fueran mujeres”. Es el caso de Natalia Ginzburg, narradora y periodista contemporánea, que en la introducción de una de sus obras explica las dificultades que ha tenido que afrontar para escribir sus novelas, entre ellas, la de ser una mujer, y por lo tanto, de correr el riesgo de resultar “pegadiza y sentimental” (Ginzburg, 1993,), defectos que le parecían odiosos y típicamente femeninos.
Natalia Ginzburg deseba “escribir como un hombre”), y por ese motivo escoge, en su primera etapa, una forma de escritura intencionalmente impersonal y alejada, evitando toda referencia autobiográfica. Después de las primeras obras, la escritora se da cuenta que el mundo que describe no le pertenece y sus personajes no nacen de ella. A partir de ese momento el uso de la primera persona, el recurso de la memoria y el sentimiento se convierten en constantes de sus novelas: “Y desde entonces siempre, desde que usé la primera persona, me dí cuenta que yo misma, sin ser llamada, ni solicitada, me filtraba en mi escritura” (Ginzburg, 1993).
Tampoco la literatura feminista, que denuncia las desigualdades e ilustra la lucha de la mujer por ver reconocidos, primero su dignidad y después sus derechos, ha sido practicada sólo por mujeres. Ya en el Renacimiento italiano existen una serie de tratadistas (Cortegiano con sus Diálogos, Lando con las Forciane disputationes, Speroni con Dignidad de las mujeres, Gelli con Circe, Stefano Guazzo con Honor de las mujeres), que rechazan el concepto de la inferioridad moral de la mujer, al tiempo que defienden la dignitas mulieris. En España Luis Vives y Fray Luis de León se insertan también en esta línea, aunque con un carácter marcadamente pedagógico.
Las diferencias entre “literatura masculina” y “literatura masculina”, más que estar relacionadas con el sexo/género de sus autores y autoras lo están con la adopción de una posición hegemónica o marginal, tradicional o innovadora, con la elección de temas que pertenecen al ámbito público o al privado, con la identificación o la subversión de los roles y los modelos culturales. Es lo que paralelamente Jonathan Culler sostiene a propósito de las posiciones que el lector o lectora pueden adoptar ante el texto, que puede asimilar contenidos más o menos femeninos o masculinos, independientemente del hecho se ser hombre o mujer (Culler, 1982).
La idea central, tanto de los “deconstruccionistas” como de la crítica postfeminista, es que autor y lector no son sujetos neutros, universales, teóricos, sino sujetos encarnados y sexuados. Como señala Patrizia Violi “la diferencia sexual constituye una dimensión fundamental de nuestro experiencia y de nuestra vida, y no existe ninguna actividad que no esté en cierto modo marcada, señalada, o afectada por esa diferencia” (Violi, 1991). Es así como un gran número de críticas literarias opina que el género, como preferencia textual, remite a la relación que un determinado/a escritor/a mantiene con el modelo cultural dominante de la identidad femenina o masculina, y en este sentido, diferentes sectores de los women studies, han afrontado el tema del género que se inscribe en el texto.
Pasemos ahora a la cuestión de la tradición. Como señala Marina Zancan, la tradición literaria canonizada es la “historia de un pensamiento masculino”, no sólo por la ausencia de escritoras, sino también porque esa tradición ha codificado lo femenino a través de temas, estilos y escala de valores (Zancan, 1998). Esta circunstancia no ha impedido que las mujeres practiquen la escritura en todas las épocas, pero sin conquistar el título de “escritoras” que sólo conseguirán, con grandes dificultades y no pocas oposiciones, a finales del siglo XIX y principios del XX.
Las escrituras de las mujeres se desarrollarán en el ámbito de lo privado durante siglos (cartas, diarios, cuadernos de apuntes, libros de familia), teniendo una repercusión escasa en la tradición cultural que, muchas veces a lo largo de la historia se ha mostrado reacia a aceptar los productos culturales que salieran de la pluma de una mujer.
Este es el caso de la crítica consagrada en Italia, que considera a las escritoras como casos aislado, y aún reconociendo el peso de algunos nombres de mujer, tienden a no atribuir ningún peso a los géneros literarios en los que éstas predominan. Por otro lado la labor, aún incompleta, de numerosas críticas ha demostrado que no sólo existe una tradición femenina de escritura creativa, sino también ensayística y erudita, en la que figuran escritoras desconocidas en los libros de textos, y una cierta continuidad en los recursos de escritura.
La crisis del papel del intelectual y la presencia de un público popular, en el que abundan también las mujeres, son las principales causas de la irrupción masiva de las escritoras en tres campos importantes de la literatura: como autoras de libros para niños, traductoras de autores extranjeros y, por último, como críticas de textos de escritoras del pasado.
A propósito de la historia de la literatura escrita por mujeres hay tres rasgos reseñables:
1. La falta de atención por parte de la critica.
2. La falta de transmisión de los textos femeninos.
3. La dificultad de las escritoras para afirmarse como tales.
La presencia real de numerosas escritoras dentro del panorama literario de los diferentes siglos, respaldada por el éxito de público de algunas obras y por el reconocimiento de premios literarios prestigiosos sobre todo en el siglo XX, no se corresponde con el espacio que se les asigna en historias de la literatura, libros de texto, antologías y repertorios bio-bibliográficos. En las diferentes historias de la literatura las autoras aparecen descontextualizadas, presentadas como casos excepcionales, fuera de las corrientes y movimientos literarios.
Una historia de la literatura que incluya a las escritoras no debiera plantearse en términos de sexo-género, sino como un problema de cultura silenciada. La cultura femenina, perteneciente a un grupo de población fuera del poder a causa de su sexo, es una cultura subalterna, que ha dialogado, pero también polemizado, con la cultura dominante. Las escritoras son las primeras que han entendido y practicado lo que ahora se llama interculturalidad, porque han tenido que manejarse con dos códigos, dos lenguajes y dos mundos diferentes que separaban lo privado de lo público, la vida del arte, la tradición oral de la escrita.
Como las escritoras han sido estudiadas como casos aislados, faltan todavía estudios que las integren en el tejido cultural de cada época. Esta operación permitirá descubrir que las escritoras jugaron un importante papel desde las cortes, salones y reuniones literarias desde el Renacimiento hasta nuestro siglo.
Queda, además, por estudiar la incidencia de la creación femenina en la cultura oficial. Se suele olvidar que algunos géneros literarios creados por escritoras, luego han entrado a formar parte del tejido de la literatura consagrada. Pero también se olvida en la historia de la intertextualidad que algunos géneros de discurso, metáforas, imágenes e ideas de gran repercusión también han sido inventadas por mujeres. En la literatura italiana el ejemplo más relevante es el de Christine de Pizan, que con su obra La ciudad de las damas, ya en el siglo XV, formuló la hipótesis de la ciudad como espacio útopico. Idea que después replanteará Campanella con La ciudad del sol, y que llegará a nuestro siglo de la mano de Las ciudades invisibles de Italo Calvino.
Calendario Lunar de Febrero 2008
Donde no hay docotor para mujeres
Un poco de historia para empezar....
Son muchas las leyendas y las historias que se cuentan sobre las brujas... verrugas horribles, escobas voladoras, gatos negros que las rondan... hasta oscuros pactos con el Diablo!!
Se las asocia muy a menudo con maldad y con oscuridad, bruja-actual. Tal vez porque se las sabe amigas de la luna y de la noche, y lo maligno siempre se ha contrapuesto a la luz, a lo luminoso. Quizá solo fueron mujeres que no adoraron a más dios que la noche o la madre Tierra (quién mejor que ellas conocía las propiedades ocultas de las plantas, regalo de la naturaleza a quien supiera entenderlo?). Y quizás ese paganismo tuvo un precio demasiado alto para muchas...
En las sociedades primitivas, la agricultura y la recolección era terreno de las mujeres. Mientras los hombres salían a cazar, las mujeres aprendieron, primero, a elegir, de entre los que la naturaleza les ofrecía, los alimentos aptos de los que no lo eran. Más tarde, aprenderían que eran capaces de "dominar" este proceso de algún modo, y hacían crecer alimentos por sí mismas. Esto requería una mayor observación de la tierra, de los fenómenos naturales, del clima, las estaciones... un mayor contacto con su entorno (y esto lo seguimos observando en las mujeres a las que luego se llamó brujas).
También, en muchas sociedades antiguas, ha habido cierto temor a la mujer, sobre todo por la incomprensión de algunas de sus capacidades. La mujer engendra vida (por supuesto, tarea imposible sin un hombre) y este mecanismo por el que un bebé nacía del cuerpo de la mujer resultó incomprensible mucho tiempo... y ya se sabe que lo desconocido suele ser amigo del miedo.
Las supuestas brujas fueron perseguidas durante largo tiempo, muchas veces por miedo, otras siendo utilizadas como cabezas de turco, y en algunos momentos de crisis acusar al vecino de brujería llegó a ser una forma rápida y eficaz de librarse de él.
Ya Carlomagno (siglo VIII) ordenó la muerte para quienes provocaban tempestades que estropeaban las cosechas, hacían estéril al ganado o causaban enfermedades a otras personas. El cómo se probaban estas acusaciones no parece muy "científico".
Documentos religiosos anteriores lo que condenaban era creer en brujería, y Bruja ofreciéndose en un altar al Demonio encomendaban a los sacerdotes la misión de velar por que sus feligreses no cayeran en las ilusiones de Satán, que era quien les hacía ver esos fenómenos inexplicables (como creerse capaces de volar a lomos de bestias salvajes o ver tal cosa). Esto se recoge en el Canon de Episcopi, que parece ser del Concilio de Ancyra, siglo IV. Sin embargo, siglos más tarde, los inquisidores optan por obviar el contenido del Canon, aduciendo que había surgido una nueva secta de verdaderos adoradores de Satán a la que había que combatir. Describían los encuentros nocturnos en los que se aparecía el Diablo en forma de cabra y se llevaban a cabo rituales demoníacos. Llamaban a perseguir a las brujas por herejes y para darles el oportuno castigo. Estábamos a mediados del siglo XV.
Miedo real o ficticio? Manipulado o espontáneo? Lo que sabemos es que Europa era asolada por frecuentes epidemias de peste, lo que la situaba en una gran crisis colectiva... la gente asustada suele necesitar un culpable, y suele ser también fácil de manipular...
En 1484 el Papa Inocencio VIII promulga una bula, la Summis desiderantes, en una especie de declaración de guerra abierta contra las brujas, que instigadas por el Maligno, Enemigo de la Humanidad, asesinaban a niños en el vientre de la madre y se daban a los excesos... Probablemente la mención a las muertes de niños se refiera a que, debido a los conocimientos que solían tener una parte de las mujeres sobre hierbas y al mejor conocimiento del cuerpo femenino, ellas eran las que practicaban los abortos cuando se daban. Y en cuanto a los Bruja pequeña excesos... bien, para la mentalidad de la época, el que un grupo de mujeres se reuniera por las noches para charlar, bailar bajo la luna sin pudor (se cuenta que muchas veces bailaban desnudas) y en fin, divertirse en una especie de comunidad femenina, no debía ser fácil de entender. Y lo que no entendemos o no compartimos lo situamos muy rápidamente en la frontera de excesivo, y entrando en temas religiosos, se tacha de inmoral o pecaminoso. Tal vez mantenían además contactos sexuales entre ellas, tal vez las alusiones al macho cabrío que aparecía sean referencias a varones que las acompañaban a veces...
A partir de ese momento, se designa a los dominicos Kramer y Sprenger como inquisidores encargados de perseguir estas "depravaciones". Estos serían los autores del Maellus maleficarum o Martillo de las maléficas (1486). Se abría la veda para la persecución con todas sus consecuencias, pudiendo recurrir sin problemas a las torturas con tal de lograr confesiones... Aumenta espectacularmente el número de brujas... y es que ante las brutales torturas, quien más quien menos confesaba lo que le pidieran.
No era la primera vez que los teóricos pactos con Satán daban pie a persecuciones. Ya en 1232, el Papa Gregorio IX incluyó este aspecto en sus bulas, acusando a los habitantes de Stedingerland, en Oldemburgo, de pactos con el Maligno que conllevaban toda serie de rituales sexuales con zoofilia incluida, relaciones incestuosas y homosexuales, a las que no dudaba en equiparar y condenar. El desencadenante en este caso fue la negativa de estas gentes a pagar el diezmo al obispo de Bremen... aunque relacionar esto con pactos satánicos parece exagerado...
INQUISICIÓN
Los juicios que se llevaban a cabo por brujería distaban mucho de ser ejemplo de justicia. Para la acusación bastaba la sospecha, no eran necesarias pruebas, no había opción a defensa y las confesiones o delaciones hechas bajo tortura eran usuales y totalmente válidas. Doncella de Hierro; instrumento de tortura de la InquisiciónIncluso si el sospechoso no confesaba después de ser torturado, esto se interpretaba a veces como un signo más de lo fuerte que era la intervención del Diablo.
Sin embargo, solía darse el caso de que una vez apresada una bruja, aparecían muchas más en la zona... la explicación oficial era que si el Diablo andaba cerca, poseería a cuantas más mejor... pero las acusaciones falsas, una suerte de psicosis colectiva o puede que incluso cierta rebeldía ante la injusticia tal vez fueran causas más reales.
Algunas voces advirtieron de la poca fiabilidad de los procesos inquisitoriales desde dentro. Así, Alonso Salazar y Frías, inquisidor que había tomado parte en el proceso de Logroño de 1610, estableció al hacer la revisión del proceso que la mayoría de las acusaciones eran falsas, y que no se había actuado correctamente. Incluso concluyó que todo había sido un exceso de imaginación por parte de unos y de otros, en parte motivada por los sermones de la Iglesia. El jesuita Friedrich von Spee se pronunció en un sentido parecido, cuando sin negar la existencia de brujas o de intervenciones satánicas, habló de la injusticia que había comprobado en los procesos inquisitoriales. Y otro punto de vista más fue el que aportó el humanista Pedro de Valencia, que hablaba de los aquelarres o reuniones de brujas como de fiestas de gente en busca del placer, todo lo más, bacanales, y que explicaba las supuestas visiones mágicas como ilusiones, efecto de drogas... negando toda intervención del Diablo en ellas.
¿Cuáles eran los crímenes que supuestamente habían cometido estas personas? En la obra "Demonomanía de los brujos" se hace un listado de los mismos entre los que se incluyen renegar de Dios, maldecirlo, rendir homenaje al Demonio, Bruja y Demonio como amantes dedicarle sacrificios, ofrecerle hijos antes de que nazcan, matar niños para hacer pócimas con ellos, comer carne humana, profanar cadáveres, beber sangre, envenenamientos, maleficios, provocar la esterilidad del ganado o de los pastos, practicar el incesto y tener prácticas sexuales "aberrantes", y el trato carnal con el Diablo. En algunos casos eran acusados además del crimen de traición al Estado, puesto que supuestamente tenían al Demonio como máxima autoridad, en vez de a su gobierno.
En la práctica, era tan difícil probar la inocencia de uno que miles de mujeres fueron torturadas, quemadas en hogueras, ahorcadas... muy probablemente por miedo, por rencillas personales con algún vecino, por la psicosis colectiva, por ser "raras", o por tener una mente demasiado abierta para la época que vivían, que las hizo sentirse y mostrarse más libres de lo que sus contemporáneos estaban preparados para aceptar.
TRADICIONES
Popularmente a las brujas se las asocia con ciertas imágenes. El típico sombrero negro, edad avanzada, verrugas, gato negro cerca, escoba en la mano, caldero grande al fuego...
Sin embargo, otras historias tradicionales de brujas hablan de mujeres increíblemente hermosas, con miradas cautivadoras, pero que, o bien en cualquier momento perdían esa belleza porque tenían capacidad de transformarse, o usaban ese don para aprovecharse de las personas y tenerlas bajo su dominio.
Fuente: http://embrujando.iespana.es/embrujando/brujas.htm
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La mujer indígena
En muchas de las comunidades indígenas los valores culturales y las costumbres confieren un papel marginal a las mujeres en la toma de decisiones y en el reparto de los bienes existentes.
No participan en las asambleas comunitarias o lo hacen sin voto. No participan en los cargos dentro de la organización tradicional y no tienen derecho a la tenencia de la tierra.
Sin embargo. Es importante señalar que la mujer indígena constituye el eje de la cohesión familiar, la cual es la base comunitaria. La mujer indígena es un sujeto que ha evolucionado al igual que el resto de la sociedad, para resistir y sobrevivir a los cambios.
Según la Encuesta Nacional de Empleo en Zonas Indígenas, realizada en 1997, por el INI y el INEGI existían 460,000 mujeres de 12 años y más económicamente activas, contra 761,000 económicamente inactivas.
De la población indígena femenina activa, 33% declaró vivir en unión libre, ser divorciadas, separadas o viudas.
Entre la población indígena femenina no activa, o más bien, económicamente inactiva 34% eran solteras, 48% casadas y 18% en unión libre.
Las ramas de actividad más sobresalientes entre la mujer indígena eran agropecuaria en un 47%, comerciantes en un 12%, 8% fabricaban prendas de vestir, 8% más trabajaban en el servicio doméstico.
En general, las mujeres indígenas presentan graves problemas de salud, producto de carencias nutricionales y alta fecundidad. Su vida está ligada principalmente al trabajo. Desde niñas son incorporadas a ayudar a sus madres, contraen nupcias en edades muy tempranas - entre los 13 y 16 años -, y su vida matrimonial se realiza en condiciones precarias, debido a la falta de servicios, lo que provoca que muchas de ellas tengan que caminar largos tramos para proveerse de insumos necesarios que les permitan realizar sus labores.
La jornada de trabajo normal para una mujer indígena económicamente inactiva es hasta de 18 horas diarias. La fuerte carga de funciones asignadas socialmente a la mujer indígena les ha permitido una enorme riqueza de conocimientos. Esta constituye la base de las tradiciones de sus pueblos. Hay oficios generados exclusivamente para la mujer: yerberas, parteras, curanderas, rezadoras, sobadoras, artesanas, entre otros.
Además de las actividades productivas y reproductivas, se ha agregado al trabajo de la mujer la promoción del desarrollo comunitario. Ella, la mujer indígena, se ha convertido en la principal gestora que lleva los servicios básicos a las comunidades. Son las que gestionan la escuela, la clínica, el agua, el camino y además participan en campañas de salud, de reforestación, de nutrición, todas aquellas que tengan que ver con el bienestar social de sus comunidades.
Las mujeres indígenas son el pilar fundamental para el desarrollo de las comunidades de los pueblos indios. Su trabajo en la esfera familiar y fuera de esta es el elemento principal para la sobrevivencia y la continuidad de las culturas y sociedades indígenas. Sin embargo, esta participación no se reconoce socialmente como una aportación del desarrollo.
La mujer indígena ha venido participando de manera mas clara en los procesos productivos abriendo espacios en la organización, que las han llevado a impulsar proyectos que ayudan a mejorar el nivel de vida de sus familias y sus comunidades. Fundamentalmente su desempeño de realiza en tres ámbitos. Uno de ellos, es el de la familia; ese trabajo, a pasar de lo arduo, es catalogado como ayuda. En este caso no percibe ingreso alguno ni es tomada en cuenta dentro de los programas de fomento productivo, manejo de agroquímicos, asistencia técnica o alguno de los programas que son llevados a cabo por las instituciones.
Los proyectos colectivos, trabajados colectivamente en las localidades, son otro ámbito donde se desempeñan las mujeres indígenas. Esta forma de participación colectiva resulta compleja y representa una gran carga de trabajo, debido a que las mujeres asumen la responsabilidad de organizar la producción, proveer las materias primas, los insumos, asegurar el mantenimiento de los instrumentos de trabajo, participar como trabajadoras, comercializar sus productos, administrar los recursos. Todo esto sin dejar de realizar sus labores domésticas y las de la parcela familiar y las comunitarias.
Pese a estas desventajas las mujeres indígenas se incorporan cada vez más al trabajo productivo. Su presencia es cada vez mayor y reclama el respeto de sus derechos laborales, humanos, ciudadanos y culturales y la posibilidad de acceder a la tierra y a los recursos. Esto se hace cada vez más evidente en la medida en que se fortalecen sus procesos organizativos.
La equidad para las mujeres indígenas, implica además del reconocimiento de la diferencia y la desigualdad en el trato de género la consideración de las diferencias que se generan por sus condiciones culturales y lingüísticas. Por ello las implicaciones van más allá de la igualdad de oportunidades. Es necesario establecer verdaderos canales de comunicación y reconocer y apoyar actividades que les permitan trascender a las visiones monoculturales y penetrar en las visiones y necesidades de la mujer indígena.
El derecho a la diferencia en el caso de las comunidades indígenas es aun más importante, en este sentido, es necesario llamar la atención no-solo sobre las condiciones desiguales en que las mujeres y los hombres entran en el terreno público de la sociedad, sino también sobre la percepción monocultural prevaleciente en nuestra sociedad y las importantes barreras dentro de las instituciones, para atender la diversidad cultural.
Las mujeres indígenas, como todas, están determinadas por las circunstancias sociales en las que se han desarrollado; su lengua, su cultura, la historia de su comunidad y también su condición de pobreza han creado estereotipos sociales que se difunden y que se justifican en una lógica de discriminación.
La igualdad de género sobre todo para las mujeres indígenas exige la transformación de las reglas básicas de las jerarquías y de las prácticas de las instituciones y de la sociedad que permitan considerar a las mujeres en cada proyecto y desarrollar acciones específicas que combatan la desigualdad y la inequidad.
Lo anterior es una clara muestra de la situación tan desigual en que se encuentran las mujeres indígenas; además de enfrentar la marginación debido a su condición de mujer enfrentan la pobreza y la exclusión cultural y lingüística en el contexto nacional. Todo ello hace que su participación social, económica y política, sea aun más difícil que la del resto de las mujeres del país.
Colaboración especial del área de Cultura de la delegación estatal CDI. San Luis Potosí
Comentario de Lena
Me encanta seguir descubriendo que en redes solidarias las mujeres nos más sabias.
Entonces desde Chiapas hay que tejer la red de interesadas en conseguir, comprar y difundir el Quiper.
Hay una lista empezada en labarka@alcanzamos.org para ver si desde E.U. o desde las Europas nos conseguimos un buen pedido colectivo...PROPUESTAS...?
Además estamos empezando un pequeño proyecto de manual de salud sexual y menstruación natural... lo publicaremos en cuanto esté listo y que rule!!!
Arriba nuestra salud!