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La mujer indígena

En muchas de las comunidades indígenas los valores culturales y las costumbres confieren un papel marginal a las mujeres en la toma de decisiones y en el reparto de los bienes existentes.

No participan en las asambleas comunitarias o lo hacen sin voto. No participan en los cargos dentro de la organización tradicional y no tienen derecho a la tenencia de la tierra.

Sin embargo. Es importante señalar que la mujer indígena constituye el eje de la cohesión familiar, la cual es la base comunitaria. La mujer indígena es un sujeto que ha evolucionado al igual que el resto de la sociedad, para resistir y sobrevivir a los cambios.

Según la Encuesta Nacional de Empleo en Zonas Indígenas, realizada en 1997, por el INI y el INEGI existían 460,000 mujeres de 12 años y más económicamente activas, contra 761,000 económicamente inactivas.

De la población indígena femenina activa, 33% declaró vivir en unión libre, ser divorciadas, separadas o viudas.

Entre la población indígena femenina no activa, o más bien, económicamente inactiva 34% eran solteras, 48% casadas y 18% en unión libre.

Las ramas de actividad más sobresalientes entre la mujer indígena eran agropecuaria en un 47%, comerciantes en un 12%, 8% fabricaban prendas de vestir, 8% más trabajaban en el servicio doméstico.

En general, las mujeres indígenas presentan graves problemas de salud, producto de carencias nutricionales y alta fecundidad. Su vida está ligada principalmente al trabajo. Desde niñas son incorporadas a ayudar a sus madres, contraen nupcias en edades muy tempranas - entre los 13 y 16 años -, y su vida matrimonial se realiza en condiciones precarias, debido a la falta de servicios, lo que provoca que muchas de ellas tengan que caminar largos tramos para proveerse de insumos necesarios que les permitan realizar sus labores.

La jornada de trabajo normal para una mujer indígena económicamente inactiva es hasta de 18 horas diarias. La fuerte carga de funciones asignadas socialmente a la mujer indígena les ha permitido una enorme riqueza de conocimientos. Esta constituye la base de las tradiciones de sus pueblos. Hay oficios generados exclusivamente para la mujer: yerberas, parteras, curanderas, rezadoras, sobadoras, artesanas, entre otros.

Además de las actividades productivas y reproductivas, se ha agregado al trabajo de la mujer la promoción del desarrollo comunitario. Ella, la mujer indígena, se ha convertido en la principal gestora que lleva los servicios básicos a las comunidades. Son las que gestionan la escuela, la clínica, el agua, el camino y además participan en campañas de salud, de reforestación, de nutrición, todas aquellas que tengan que ver con el bienestar social de sus comunidades.

Las mujeres indígenas son el pilar fundamental para el desarrollo de las comunidades de los pueblos indios. Su trabajo en la esfera familiar y fuera de esta es el elemento principal para la sobrevivencia y la continuidad de las culturas y sociedades indígenas. Sin embargo, esta participación no se reconoce socialmente como una aportación del desarrollo.

La mujer indígena ha venido participando de manera mas clara en los procesos productivos abriendo espacios en la organización, que las han llevado a impulsar proyectos que ayudan a mejorar el nivel de vida de sus familias y sus comunidades. Fundamentalmente su desempeño de realiza en tres ámbitos. Uno de ellos, es el de la familia; ese trabajo, a pasar de lo arduo, es catalogado como ayuda. En este caso no percibe ingreso alguno ni es tomada en cuenta dentro de los programas de fomento productivo, manejo de agroquímicos, asistencia técnica o alguno de los programas que son llevados a cabo por las instituciones.

Los proyectos colectivos, trabajados colectivamente en las localidades, son otro ámbito donde se desempeñan las mujeres indígenas. Esta forma de participación colectiva resulta compleja y representa una gran carga de trabajo, debido a que las mujeres asumen la responsabilidad de organizar la producción, proveer las materias primas, los insumos, asegurar el mantenimiento de los instrumentos de trabajo, participar como trabajadoras, comercializar sus productos, administrar los recursos. Todo esto sin dejar de realizar sus labores domésticas y las de la parcela familiar y las comunitarias.

Pese a estas desventajas las mujeres indígenas se incorporan cada vez más al trabajo productivo. Su presencia es cada vez mayor y reclama el respeto de sus derechos laborales, humanos, ciudadanos y culturales y la posibilidad de acceder a la tierra y a los recursos. Esto se hace cada vez más evidente en la medida en que se fortalecen sus procesos organizativos.

La equidad para las mujeres indígenas, implica además del reconocimiento de la diferencia y la desigualdad en el trato de género la consideración de las diferencias que se generan por sus condiciones culturales y lingüísticas. Por ello las implicaciones van más allá de la igualdad de oportunidades. Es necesario establecer verdaderos canales de comunicación y reconocer y apoyar actividades que les permitan trascender a las visiones monoculturales y penetrar en las visiones y necesidades de la mujer indígena.

El derecho a la diferencia en el caso de las comunidades indígenas es aun más importante, en este sentido, es necesario llamar la atención no-solo sobre las condiciones desiguales en que las mujeres y los hombres entran en el terreno público de la sociedad, sino también sobre la percepción monocultural prevaleciente en nuestra sociedad y las importantes barreras dentro de las instituciones, para atender la diversidad cultural.

Las mujeres indígenas, como todas, están determinadas por las circunstancias sociales en las que se han desarrollado; su lengua, su cultura, la historia de su comunidad y también su condición de pobreza han creado estereotipos sociales que se difunden y que se justifican en una lógica de discriminación.

La igualdad de género sobre todo para las mujeres indígenas exige la transformación de las reglas básicas de las jerarquías y de las prácticas de las instituciones y de la sociedad que permitan considerar a las mujeres en cada proyecto y desarrollar acciones específicas que combatan la desigualdad y la inequidad.

Lo anterior es una clara muestra de la situación tan desigual en que se encuentran las mujeres indígenas; además de enfrentar la marginación debido a su condición de mujer enfrentan la pobreza y la exclusión cultural y lingüística en el contexto nacional. Todo ello hace que su participación social, económica y política, sea aun más difícil que la del resto de las mujeres del país.

Colaboración especial del área de Cultura de la delegación estatal CDI. San Luis Potosí

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